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Un personaje con el desequilibrio emocional que con llamativa frecuencia exhibe Javier Milei, nuevo presidente de Argentina, no podría llegar jamás a regir los destinos de ningún país si el crecimiento de la llamada era tecnotrónica no hubiera alcanzado su nivel actual.
Por mandato de los señores de la globalización, o al menos con su generoso auspicio, Brzezinsky exultaba en 1970 (Between Two Ages. America’s Role in the Technotronic Era) ante el ya entonces muy avanzado proyecto de una sociedad planetaria sometida a todos los recursos de las nuevas tecnologías, en especial las de la comunicación: televisión, redes, teléfonos móviles, etc.
Mr. B. no explicaba, claro, que el nuevo paraíso electromagnético contaba para facilitar su dominio con el llamativo retroceso, tan acelerado después de terminada la Segunda Guerra Mundial, de la relación de los más diversos pueblos con sus respectivas lenguas maternas. Y también mucho se guardaba de explicar que con el avance del paraíso tecnotrónico ese deterioro crecería sin cesar. Bien. Pero un hombre disminuido por una debilitada apropiación de su propia lengua, ¿sigue en condiciones de participar de la vida política? Los antiguos griegos en todo caso distinguieron al humano de los demás seres vivos por poseer el habla y hacer política, la cual sin lenguaje o con una relación minimizada con él apenas resulta posible, si lo es.
Es cierto que tamaño retroceso afecta a todos los pueblos del mundo. Sin ello no hubiera sido posible el estilo de un Trump, en lo que de payasesco tiene, ni el de un Zelensky, por ejemplo, pero en las distintas etapas de las recientes elecciones argentinas tuvo particular eficacia. Las ondas electromagnéticas sirvieron por cierto para descerebrar a niveles indescriptibles a los votantes de Miley, pero también para convertirlo a él mismo en víctima privilegiada de la descerebración.
Pues si los mensajitos electromagnéticos permiten poco más que el eslogan o el insulto, las imágenes, allí tan a menudo amañadas, diseminan por su lado inconcebibles disparates entre los que, por carentes de un uso medianamente razonable del lenguaje, han perdido su capacidad crítica. Y ello en todas las clases sociales, pero tal vez más en las que, por disponer sea de dinero y de eso que llaman éxito, sea de acceso a la tecnotrónica sofisticada, se creen superiores. Creerse así, enseñaban también los griegos, impide cultivar inteligencia y lenguaje para ponerse en condiciones de crecer y de afrontar luego la dura realidad que nos envuelve.
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Tras la primera de las tres elecciones sucesivas (agosto de 2023) que llevaron a Miley, con su partido La libertad avanza, a la conducción (?) del Estado, en el Nº 49 de El Pampero Americano, <pampeamericano@yahoo.com.ar>, hicimos puntualizaciones hoy lamentablemente confirmadas.
Los despropósitos del progresismo enquistado dentro de un oficialismo que sin el apoyo del pueblo peronista jamás hubiera podido llegar al poder, más la manifiesta inoperancia del aun presidente Fernández, dijimos entonces, favorecían sin duda a los dos candidatos de la oposición en la ocasión más votados: Bullrich y Miley, sobre los que señalamos en suma lo que sigue.
La señora Bullrich, que desde sus años en la guerrilla hasta su desempeño sucesivo en muchos gobiernos, posteriores al militar concluido en 1983, hizo siempre gala de un odio irracional al general Perón y su obra, propiciaba un gobierno de mano dura, policial especialmente, contra todo lo que a peronismo oliera.
No era policial en cambio la mano dura que el desmelenado Milei proclamaba, sino la del anarco-capitalismo contra el Estado y sus bienes y contra la nación misma, de cuyo territorio vociferaba que podría ser recortado y vendido, tanto como los órganos vitales de quien decidiera comerciarlos en el mercado. Esgrimiendo una motosierra, símbolo operativo contra lo que llamaba la casta política y contra el Estado a desguazar, se encabalgó como opositor en ondas mediáticas y redes mejor que la señora Bullrich. Y gracias a la frivolidad y el fastidio generalizados logró una buena mayoría de votantes en el ballotage definitivo, no sin aliarse antes, Bullrich y Macri mediante, con la casta que había prometido exterminar. La motosierra, pronto relegada, una vez en el gobierno olvidó rápidamente a esacasta para apuntar solo al Estado y a los mortales que casta no somos.
Insistiendo en que iba a convertirse al judaísmo, mudar la embajada argentina en Israel a Jerusalén y comerciar poco menos que exclusivamente con este país y con EE.UU., Miley eligió aparecer en el último acto de su campaña rodeado de banderas israelíes. Mientras la Sra. Bullrich, su socia ya, convertida está al judaísmo hace rato y casada con el vicepresidente del Museo Argentino del Holocausto, copropietario de Vis à Vis, autotitulada agencia judía de información. Claro que la preferencia de ellos por una determinada tesitura religiosa es cuestión privada que no nos concierne. A menos que con esta adhesión, sincera o no, la seguridad e integridad de nuestro país corran riesgo de quedar supeditadas a lo que el Mossad, la CIA o la DEA asesoren o dispongan, en una América románica donde el narcotráfico y el crimen organizado se extienden cada vez más ¿sin que nada tengan que ver en ello semejantes asesores? ¿Qué podría suceder entonces, nos preguntábamos, con nuestra codiciada Patagonia?
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Con Miley ya presidente y Bullrich ministra de seguridad, tanto la mano dura represiva esgrimida por ella contra cualquier disensión, como la que él dirige a la extinción del Estado y su tutelaje protector, se potenciaron mutuamente. Y en muy pocos días de gobierno comenzó, ¿para qué?, una llamativa campaña de provocaciones y ridiculeces. Señalemos algunas, a mero título de ejemplo, entre muchísimas otras.
Miley asumió el día 10. La ministra presentó ya el 14 un protocolo para impedir la protesta social. Lucía saco color rosa engalanado con una ostentosa escarapela de colores azul-celeste y blanco: aparentemente los de la escarapela argentina, que son los mismos de la insignia israelí. Hubo un mediático empeño enseguida de que muchas de las fotografías del caso, tomadas desde diversos ángulos, fueran ampliamente difundidas. ¿Qué tenía su escarapela en el centro? Una estrella de David (imágenes 1ª y 1b). ¿Querría la ministra decirnos con eso que este gobierno va a tratar a los argentinos que infrinjan su protocolo, como los israelíes a los de la Franja de Gaza? ¿Es posible?
El sábado 16 un violento tornado afectó varias zonas del país, y en especial a la ciudad bonaerense de Bahía Blanca, donde hubo desoladores destrozos y 13 muertos. A primera hora del domingo el gobernador de la provincia, de signo político opuesto al de Miley, estaba allí con todo su gabinete. Con dos de sus ministros llegó el presidente 4 horas más tarde, demorado por haber ido a un club de fútbol (!) para las elecciones de sus nuevas autoridades. Él y su Ministro de Defensa llegaron ataviados con risibles uniformes militares camuflados, es decir, de guerra (imagen 2). ¿Guerra contra quiénes? Declaró allí además que siendo los argentinos duchos en enfrentar dificultades, esperaba ver cómo los bahienses se las arreglaban por sí mismos con los destrozos.
El 20 ante doce de sus ministros y colaboradores, cuidadosa y simétricamente ordenados, como en un rito extraño, (imagen 3) habló el presidente a todo el país para presentar un decreto calificado como de necesidad y urgencia (DNU) con una cantidad insólita de disposiciones. Por ellas se declara al Estado poco menos que inexistente y se derogan más de 300 leyes protectoras del país, de sus fronteras y su cielo, de productores y trabajadores, etc. Ello afecta la vida de todos los argentinos, salvo a las megaempresas, sobre todo extranjeras, a cuya disposición se ponen todos los bienes nacionales, incluso las empresas del Estado en pleno y eficaz funcionamiento. Declararon luego sin empacho que el decretazo fue realizado por estudios jurídicos privados, uno de cuyos representantes estuvo, en el simétrico cuadro ritual, parado inmediatamente a la derecha del presidente. A dicho decreto quieren ponerlo en vigencia sin que intervenga el Congreso. O sea, los estudios privados y sus mandantes deciden y medran. Y los legisladores a otra cosa. ¿Avanza la libertad así, por ridícula e improvisada que sea, hacia un cuasi estalinismo?
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El decretazo provocador, acompañado de decisiones y declaraciones igualmente irritativas, está destinado, se dijo en su presentación, a fundar en Argentina un nuevo Estado: uno patrocinador del despojo. Demasiado riesgo se corre de terminar en poco tiempo más, si las cosas no andan, con la sustitución de quien lo preside, o con su eliminación por otros medios: las turbulencias dentro de sus propias filas permiten sospecharlo. Pero lo que con ello en verdad pretenden es erradicar hasta el más mínimo vestigio subsistente de la obra política de Perón, para por allí encaminarse sin duda al mayor debilitamiento posible de la nación y de su integridad territorial, tan codiciada por muchos, sobre todo si tenemos en cuenta la vecindad de los británicos instalados en nuestras islas: en las Malvinas y otras del Atlántico Sur.
Pero en las reflexiones de nuestra revista que antes mencionamos indicábamos también que según esclarecidos intérpretes la obra política realizada por el general Perón, a partir de 1945, significó en nuestro país una suerte de transformación geológica, es decir, arraigada en nuestra tierra, nuestra historia y nuestro pueblo. Las hasta entonces alturas oligárquicas se avecinaron al llano y los llanos populares, ganando alturas, adquirieron una impensada capacidad política.
Miley, la Bullrich y su gobierno quieren empero revertir a un período geológico anterior al de tan hondas conmociones espirituales. Confían en el reino de las ondas electromagnéticas, en la ignorancia y frivolidad que éste promueve y en el cansancio provocado por tantos disparates progresistas lamentablemente enquistados en el gobierno saliente. Pero revertir conmociones geológicas no es tan fácil, y menos recurriendo a la improvisación y la ridiculez acompañadas de medidas tiránicas. Es probable entonces su fracaso. ¿Con qué consecuencias? Porque la tesitura que adoptaron para gobernar no parece conducir razonablemente a la reversión que buscan. Aunque provocación, amenaza y burla ¿serán igualmente ineficaces si lo que quieren es desatar guerra y disgregación de la res publica?
De cualquier modo embates tecnotrónicos y requerimientos telúricos están ahora enfrentados. Confiamos en que muchos, visto el seguramente calamitoso resultado, se desilusionen de las fuerzas que desde el cielo electromagnético bajan y vuelvan a la realidad, dura pero sustentadora. En todo caso, un combate de presunciones ancestrales. De su resolución depende el destino de nuestra asediada Argentina. Y el de América románica, con ella entrañablemente ligada.
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