Con su despótica actuación en todas partes, el imperialismo norteamericano se ha convertido en el enemigo de los pueblos del mundo y se ha aislado cada vez más. (…) La marejada de indignación de los pueblos del mundo entero contra los agresores norteamericanos es irresistible. La lucha de los pueblos del mundo contra el imperialismo norteamericano y sus lacayos logrará indefectiblemente victorias aún mayores.
(Mao Tse-Tung. Declaración de apoyo al pueblo panameño en su justa lucha patriótica contra el imperialismo norteamericano, 12 de enero de 1964)
Del interés de Ezra Pound por la enseñanza confuciana[1] nació, entre otras cosas, una versión italiana del Chung Yung[2], el texto canónico atribuido a Tzu-ssu[3], sobrino de Confucio, quién vivió en el siglo V. a.C. En él “la moralidad asume una función cósmica, ya que el hombre opera la transformación del mundo y continúa, inclusive, en la sociedad, la tarea creativa del Cielo”[4]; en resumen, el Chung Yung “enseña a desarrollar la capacidad de perfeccionarse a sí mismo y al mundo mediante la comprensión de las cosas y la conciencia de la propia acción”[5]. El comentario que tradicionalmente acompaña a este texto explica que chung es “aquello que no se mueve ni de un lado ni del otro” y que yung significa “invariable”, por lo que Pound eligió nombrar al título de la obra El eje que no vacila[6], mientras que los traductores posteriores han optado por soluciones como El constante medio[7] o El justo medio[8].
El mismo significado “axial” resuena en el nombre mandarín de China, que es Chung Kuo[9] , “el País del Centro”, “el Imperio del Medio”. Si es cierto, como señala Carl Schmitt, que hasta la época de los grandes descubrimientos geográficos “Cada pueblo poderoso se consideraba así mismo como el centro del mundo, y a su esfera de dominación como la casa de la paz, fuera de la cual reinaban la guerra, la barbarie y el caos”[10], en buena medida, esto también parece ser cierto en el caso de la China actual, cuya objetiva centralidad geográfica y geopolítica es descrita eficazmente por Heinrich Jordis von Lohausen (1907-2002) en Mut zur Macht. “Entre todos los subcontinentes de Eurasia – escribe el general austriaco – China ocupa la posición estratégica más fuerte: la triple cobertura de montañas y desiertos de Asia interior, la corona de las islas periféricas y la barrera insuperable de la raza, de la lengua y de la escritura que se levanta contra toda guerra psicológica de las naciones blancas (…) la naturaleza la ha colocado cerca del océano, le ha dado una posición decisiva entre India y Japón, entre Siberia y el Pacífico. En la costa occidental del Pacífico, China se presenta como el baricentro natural, el centro fijo desde siempre. Todas las cuestiones relativas al equilibrio mundial encuentran respuesta en Pekín. (…) Los intentos de una toma de poder económico o militar no pueden nada contra ella, ya que su extensión es demasiado amplia. Es de otra raza y de una cultura antigua, muy antigua. Ha acumulado en sí toda la experiencia de la historia del mundo y resiste a toda transformación. Es inexpugnable”[11].
El hecho de que China esté hoy en proceso de recuperar el rol axial, al que parece estar destinada por su posición geográfica central y una experiencia histórica de cinco mil años, obsesiona desde hace tiempo a los estrategas e ideólogos del imperialismo estadounidense, quienes ahora ven en la Republica Popular una “peor amenaza que el Eje [Roma-Berlín-Tokio] del siglo XX”[12] y conciben a la solidaridad chino-rusa-iraní como un nuevo “Eje del Mal”.
A Richard Nixon, que estuvo en China del 21 al 29 de febrero de 1972 durante una visita oficial en la que se acordó el deshielo de las relaciones entre los Estados Unidos de América y la República Popular China, se le atribuye la frase siguiente: “Basta detenerse un momento para reflexionar sobre lo que sucedería sí alguien capaz de asegurar un buen sistema de gobierno lograra obtener el control de ese territorio. Dios mío, ninguna potencia en el mundo podría… Quiero decir, coloca a 800 millones de chinos a trabajar con un buen sistema de gobierno, y se convertirán en los líderes del mundo”.[13]
Un cuarto de siglo después, la pesadilla de la “Esfera de prosperidad compartida de la Gran Asia Oriental” (en japonés Dai Tōa Kyōeiken) volvía a agitar los sueños de los yanquis, ya que el teórico estadounidense del “choque de civilizaciones” asignaba a la República Popular China el legado del proyecto imperial nipón, cuyo objetivo fue crear una unión económica y política con los países de la zona del Pacífico, del Asia Oriental, Asia Central y el Océano Índico. “Así, la ‘Gran China’ – escribió en 1996 Samuel P. Huntington en el apartado La gran China y su ‘esfera de prosperidad compartida’ – no es simplemente un concepto abstracto. Es una realidad cultural y económica que crece rápidamente y está comenzando a convertirse en una realidad política”.[14]
El cuadro pintado por Huntington fue enriquecido posteriormente por el ex consejero de seguridad nacional Zbigniew Brzezinski, quien insistía en el tema de la centralidad de China y la expansión natural de la influencia china hacia las áreas circundantes. “La historia – escribía Brzezinski – ha predispuesto a la élite china a pensar que China es el centro natural del mundo [the natural center of the world]. De hecho, la palabra China en chino – Chung-kuo, o ‘reino del medio’ – transmite la idea de la centralidad de China [China’s centrality] en los asuntos mundiales y a la vez reafirma la importancia de la unidad nacional. Esa perspectiva implica también la existencia de un sistema jerárquico de influencia ordenado radialmente que va desde el centro a las periferias, y por lo tanto China, como centro, espera ser tratada con deferencia por los demás (…) Es casi seguro que la historia y la geografía lleven a los chinos a insistir cada vez más enérgicamente – e incluso con cierta carga emotiva – en la necesidad de que se produzca la reunificación de Taiwán con el continente (…) La geografía es también un importante factor en el interés que China demuestra en forjar una alianza con Paquistán y en establecer una presencia militar en Birmania (…) Y si China controlara el estrecho de Malaca y el estratégico punto de estrangulamiento de Singapur, entonces controlaría el acceso de Japón al petróleo de Oriente Medio y los mercados europeos”.[15]
En un debate de 2011, que contó con Henry Kissinger entre sus participantes, un profesor de historia de la economía de la Universidad de Harvard, además era el biógrafo oficial del propio Kissinger, Niall Ferguson, dijo: “Creo que el siglo XXI pertenecerá a China, porque lo han sido casi todos los siglos anteriores de la historia. El siglo XIX y el XX son una excepción. Durante dieciocho de los últimos veinte siglos, China ha sido, en diversos grados, la mayor economía mundial”[16]. El ex secretario de Estado norteamericano replicó a su biógrafo: “La cuestión no es sí el siglo XXI pertenecerá a China, sino sí, en este siglo, lograremos integrar a China en una visión más universal”[17], donde “visión universal” debe entenderse como “visión occidentalista del mundo”. En qué consistía el objetivo propuesto por Kissinger, queda claro por una respuesta que dio en el curso de una entrevista concedida por él ese mismo año: “Todavía tenemos que ver qué producirá la Primavera árabe. Es posible que en China haya disturbios y manifestaciones (…) Pero no espero disturbios del mismo alcance que la Primavera árabe”[18]. Kissinger descartaba, al considerarla fallida, la idea de aplicar a China la estrategia seguida en su momento por Occidente contra el bloque dirigido por la URSS: “No es probable que triunfe un proyecto explícito de los Estados Unidos con el objetivo de organizar Asia sobre la base de frenar a China o crear un bloque de estados democráticos para una campaña ideológica”[19].
La tesis estadounidense sobre la translatio imperii de Japón a China bajo la insignia de la “prosperidad compartida” se volvió a presentar en el ensayo de Graham Allison Destined for War: Can America and China escape Thucydides’ Trap? El autor, profesor emérito de Harvard y ex consejero y asistente de la Secretaría de Defensa en las Administraciones pasadas de Reagan a Obama, lanza una advertencia, que más bien es un auténtico grito de alarma: “Una vez que el mercado económico dominante de China, así como su infraestructura física, hayan logrado integrar a todos los países vecinos en la muy vasta área de prosperidad de China, para los Estados Unidos será imposible mantener su rol en Asia posterior a la Segunda Guerra Mundial. Invitado a entregar un mensaje de China a los Estados Unidos, la respuesta de un colega chino fue: háganse a un lado. Un colega de este último, sin embargo, sugirió una síntesis aún más sencilla: váyanse de aquí. (…) Recientemente, el intento de persuadir a Estados Unidos para que acepte la nueva realidad le ha vuelto más decidida en el Mar de la China Meridional. (…) A medida que continúa empujando lentamente a Estados Unidos fuera de estas aguas, China también está incorporando en su órbita económica a las naciones de todo el sudeste asiático, atrayendo también a Japón y Australia. Hasta ahora lo ha logrado sin que se produjeran enfrentamientos. Pero si fuese necesario luchar, la intención de Xi es vencer”[20].
John J. Mearsheimer ha expresado la necesidad fundamental que tienen los analistas estadounidenses para detener el ascenso de China[21] . El teórico del llamado “realismo ofensivo” insta a la actual Administración a “trabajar asiduamente para mejorar las relaciones con los aliados asiáticos de América y crear una alianza eficaz que pueda mantener a raya a Pekín”[22]. Pero para lograr este objetivo, argumenta Mearsheimer, es indispensable atraer a la Federación de Rusia para una coalición anti china: “Hoy es Pekín, no Moscú, la principal amenaza para los intereses de Estados Unidos, y Rusia podría ser un aliado valioso para hacer frente a esta amenaza”[23]. Se trata, como es evidente, de la misma táctica sugerida en su tiempo a Donald Trump por sus estrategas y teóricos conservadores y populistas, y compartida por los círculos “soberanistas” occidentales. Pero esta solución “requeriría abandonar la tradicional rusofobia de los demócratas norteamericanos de los que el propio Biden (…) es su portavoz a menudo”[24].
Y así, al final, la Casa Blanca y el Pentágono decidieron detener a China a través de la “contención” a la Federación de Rusia: el acercamiento amenazador de la OTAN a las fronteras rusas, por lo que el Kremlin se vio obligado a contrarrestar iniciando la Operación Militar Especial, es de hecho, parte de una estrategia norteamericana más amplia de “contención” anti china, así como anti rusa. Consciente del objetivo de las maniobras norteamericanas en Europa, China “se vio obligada a consolidar su asociación estratégica con Rusia hasta transformarla en una alianza; de ahí, para definir los detalles, el viaje del Presidente Xi”[25] a Moscú y las conversaciones en la cumbre con el presidente Putin.
La visita de Xi Jinping a la capital rusa trae inevitablemente a la memoria la realizada hace setenta años por otro presidente chino: el 15 de febrero de 1950, Mao Tse-tung firmó en Moscú un Tratado de Alianza y Asistencia Mutua con Stalin, el cual sancionaba el nacimiento de un gran bloque euroasiático, que se extendía desde Pankow (antiguo distrito de la República Democrática Alemana. [n. del. t.]) a Moscú a Pekín y a Pyongyang. La alianza ruso-china enfrentó su primera prueba solo cuatro meses después, cuando la República Popular Democrática de Corea emprende la “Guerra de Liberación de la Patria”[26], que los chinos llaman la “Guerra de Resistencia a Estados Unidos y en Ayuda de Corea”[27]. Gracias a la intervención directa de la República Popular China, que envió 100.000 combatientes y al apoyo material de la URSS, el conflicto militar terminó en 1953, cuando las fuerzas estadounidenses y las tropas auxiliares de otros diecisiete países fueron expulsadas hacia el sur del paralelo 38°.
Traducción: Francisco de la Torre
NOTE
[1] Cfr. C. Mutti, Pound contra Huntington, “Eurasia. Rivista di Studi Geopolitici”, a. III, n. 1, Genn.-Marzo 2006, pp. 17-25.
[2] Pinyin: zhōngyōng.
[3] Pinyin: Zǐsī.
[4] Pio Filippani – Ronconi, Storia del pensiero cinese, Paolo Boringhieri, Torino 1964, p. 52.
[5] Pio Filippani – Ronconi, op. cit., p. 204.
[6] Ezra Pound, Ciung Iung. L’asse che non vacilla, Casa Editrice delle Edizioni Popolari, Venezia 1945. Nueva edición: Chung Yung, in Ezra Pound, Opere scelte, Mondadori, Milano 1970, pp. 503-601. “Después del 25 de abril, prácticamente todas las copias [de la primera edición] fueron quemadas porque el título podría haber hecho pensar como un texto propagandístico a favor del Eje… Roma-Berlín” (Gianfranco de Turris, “L’asse che non vacilla”. Ezra Pound durante la RSI, in Autori vari, Ezra Pound 1972/1992, Greco & Greco, Milano 1992, pp. 333-334). La versión castellana de este tratado se lo tradujo como El eje firme. Confucio (versión Ezra Pound): Las analectas; El gran compendio; El eje firme. Editorial Labor, Barcelona, 1975.
[7] I colloqui; Gli studi superiori; Il costante mezzo, traduzione di Rosanna Pilone, Rizzoli, Milano 1968. Il costante mezzo e altre massime. Perle di un’antica saggezza, versione e presentazione di Francesco Franconeri, Demetra, Sommacampagna 1993.
[8] La grande dottrina; Il giusto mezzo, a cura di Leonardo Vittorio Arena, Rizzoli, Milano 1996. I dialoghi; La grande dottrina; Il giusto mezzo, Fabbri, Milano 1998.
[9] Pinyin: Zhōngguó.
[10] Carl Schmitt: “El nuevo “Nomos” de la tierra”. Revista Hespérides N°8, noviembre 1995, Madrid, p. 250. La historia de las religiones confirma que “el hombre de las sociedades premodernas aspira a vivir lo más cerca posible del Centro del Mundo. Sabe que su país se encuentra efectivamente en medio de la Tierra; que su ciudad constituye el ombligo del universo y, sobre todo, que el templo o el palacio son verdaderos centros del mundo” (Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano, Espasa Libros, S. L. U., Barcelona, 1998, p. 37). En cuanto a China en particular, “En la capital del soberano chino perfecto, el gnomon no debe dar sombra el día del solsticio de invierno, a mediodía. Semejante capital se encuentra en efecto en el centro del universo, cerca del árbol milagroso ‘bosque alzado’ (Kien-mou), allí donde se entrecruzan las tres zonas cósmicas: cielo, tierra e infierno” (Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones, Ediciones Era, S. A., México, 1972, p. 336 y 337).
[11] Jordis von Lohausen, Les Empires et la Puissance, La géopolitique aujourd’hui, Le Labyrinthe, Paris 1996, pp. 127-128.
[12] Clyde Prestowitz, The World Turned Upside Down: America, China and the Struggle for Global Leadership, Yale University Press, 2021.
[13] AA. VV., Il XXI secolo appartiene alla Cina?, Mondadori, Milano 2012, p. 12.
[14] Samuel P. Huntington, El Choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. Ediciones Paidós Ibérica, S. A., Barcelona, 1997, p. 202.
[15] Zbigniew Brzezinski, El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos. Ediciones Paidós Ibérica, S. A., Barcelona, 1998, pp. 163, 169-170
[16] AA. VV., Il XXI secolo appartiene alla Cina?, Mondadori, Milano 2012, p. 12.
[17] AA. VV., Il XXI secolo appartiene alla Cina?, cit., p. 23.
[18] Conversazione di John Geiger con Henry Kissinger, in: AA. VV., Il XXI secolo appartiene alla Cina?, cit., p. 74.
[19] Henry Kissinger, China, Random House Mondadori, Medellín, Colombia, 2012, p. 539.
[20] Graham Allison, Destinati alla guerra. Possono l’America e la Cina sfuggire alla trappola di Tucidide?, Fazi Editore, Roma 2018, pp. 208-211.
[21] Textualmente: “the dominating issue is how to contain a rising China” (John J. Mearsheimer, Joe Biden Must Embrace Liberal Nationalism to Lead America Forward, “The National Interest”, 29 dicembre 2020).
[22] “the Biden administration should work assiduously to improve relations with America’s Asian allies and create an effective alliance that can keep Beijing at bay” (Ibidem).
[23] “It is Beijing, not Moscow, that poses the main threat to U.S. interests today, and Russia could be a valuable ally in addressing that threat” (Ibidem).
[24] Daniele Perra, Stato e Impero da Berlino a Pechino. L’influenza del pensiero di Carl Schmitt nella Cina contemporanea, Anteo, Cavriago 2022, p. 141.
[25] “In response, China felt compelled to consolidate its strategic partnership with Russia to the point of turning it into an entente, hence the purpose of President Xi’s trip to work out the finer details of this” (Andrew Korybko, President Xi’s Trip To Moscow Solidifies The Sino-Russo Entente, https://korybko.substack.com/, 20 marzo 2023.
[26] En coreano: Choguk haebang chŏnjaeng.
[27] Pinyin: kàng Měiyuán Cháo.
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