El siguiente análisis ofrece un punto de vista geopolítico como llave de comprensión de las relaciones entre la estrategia global de los Estados Unidos y la presencia de las fuerzas norteamericanas en Afganistán. La penetración de EEUU en la masa terrestre eurasiática es examinada haciendo particular énfasis en la región centro asiática, considerada como el punto débil de Eurasia en el contexto de los intereses geopolíticos de los Estados Unidos.[1]
Para identificar quiénes son los verdaderos jugadores en el teatro afgano se han aplicado también algunos puntos de referencia utilizados generalmente en los estudios relacionados con la geopolítica y con las relaciones internacionales. Se hallan descritas las principales características de los potenciales candidatos capacitados para afrontar la cuestión de la droga en Afganistán. Entre ellos, un papel particular le corresponde a Irán, Rusia y China.
En todo caso, gracias a la interrelación existente entre la estrategia americana en Eurasia y la estabilización de Afganistán, esta última se puede realizar con plenitud sólo en el marco de un proceso de integración eurasiática.
Para enfrentar correctamente y sin algún prejuicio ideológico, pero con honestidad intelectual, la cuestión de la producción de drogas en Afganistán y los problemas internacionales a ella relacionados, es útil y necesario definir (aunque vagamente) el cuadro geopolítico y sucesivamente esclarecer algunos conceptos que por lo general se consideran ampliamente comprendidos y condivididos.
El cuadro geopolítico
Tomando en cuenta los actores principales de la escena global, es decir EE.UU, Rusia, China e India, las posiciones geográficas en las dos diversas áreas de América y de Eurasia y, sobre todo, sus respectivas relaciones desde una perspectiva de poder y estrategia global, Afganistán constituye, junto con el Cáucaso y las repúblicas de Asia Central, una vasta área cuya desestabilización ofrece ventajas a Estados Unidos, único jugador en el campo geopolítico ajeno al contexto eurasiático.
En particular, la desestabilización de esta gran región permite a EE.UU por lo menos tres oportunidades geopolíticas y geoestratégicas:
a) su progresiva penetración en la masa continental eurasiática;
b) la contención de Rusia; y
c) la creación de una herida en Eurasia.
Penetración y cerco de EE.UU sobre Eurasia
Como ha declarado Henry Kissinger, la nación bioceánica americana es una isla que se encuentra mar adentro del continente eurasiático. Desde el punto de vista geopolítico, esta posición particular ha determinado los principales vectores de la expansión estadounidense en el planeta. El primero ha llevado al control de todo el hemisferio occidental (Norte y Suramérica), el segundo ha conducido a la marcha para la hegemonía, sobre todo de la masa continental eurasiática, es decir, el hemisferio Oriental.
Por lo que concierne el proceso de penetración de los EE.UU en la masa eurasiática, a partir de la península europea, vale la pena recordar que ésta inició durante la primera guerra mundial con la interferencia de Wáshington en los asuntos internos de las naciones e imperios europeos. La penetración siguió con la segunda guerra mundial.
En abril de 1945, los así llamados “libertadores” ocuparon Europa occidental hasta Berlín Este. A partir de esta fecha Wáshington y el Pentágono han considerado Europa, es decir, la parte occidental de Eurasia, como una cabeza de puente que los conectaba con el continente eurasiático. Asímismo, los Estados Unidos se han comportado de la misma forma con otra nación ocupada, Japón, que representaba el arco insular oriental de Eurasia. Desde el punto de vista eurasiático, la “tenaza” norteamericana es el auténtico resultado de la Segunda Guerra Mundial.
Con la creación de algunos “instrumentos” militares como la OTAN (North Atlantic Treaty Organization, 1949), el Tratado de Seguridad entre Australia, Nueva Zelanda y los Estados Unidos (ANZUS, 1951), el Pacto de Bagdad, que sucesivamente se transformó en el Pacto CENTO (Central Treaty Organization, 1959), el Pacto de Manila – SEATO (South East Asia Treaty Organization, 1954), se cumplió el cerco militar de toda la masa continental de Eurasia en menos de una década.
El tercer paso de la larga marcha de los EE.UU hacia el corazón de Eurasia, a partir de su parte occidental, se cumplió en 1956, durante la crisis de Suez, con la progresiva destitución de Francia y, bajo algunos aspectos, también de Gran Bretaña, como actores geopolíticos en el Mar Mediterráneo. Por medio de la “relación especial” que se estableció entre Tel-Aviv y Wáshington, los Estados Unidos se transformaron en un importante jugador del Cercano Oriente en un lapso de tiempo inferior a los diez días.
Siguiendo su nuevo rol en el Cercano y Medio Oriente, los Estados Unidos podían por una parte consolidar su hegemonía en el interior del sistema Occidental, o bien considerar el Mediterráneo como el punto de partida de un largo camino que habría posiblemente permitido a las tropas americanas alcanzar la región centro asiática. La infiltración de los Estados Unidos en la zona eurasiática también ocurrió en otros sectores geopolíticos, en particular, en el del sureste (Corea, 1950-1953; Vietnam, 1960.1975).
En el cuadro de su estrategia que apunta al dominio del hemisferio oriental, Wáshington ha trabajado también en el plano diplomático, concentrando su interés en Pequín. Con la creación del eje Wáshington-Pequín, concebido en tandem por Kissinger y Nixon (1971-1972), los EE.UU contribuyeron a exacerbar la fractura en el interior del así llamado campo socialista, constituído por China y por la URSS y, por consiguiente, interrumpir cualquier potencial “enlace” entre los dos “pulmones” de Eurasia, el de China y el de Rusia.
Durante los años setentas, los dos ejes geopolíticos principales se enfrentaron en la masa continental eurasiática: el eje Wáshington-Islamabad-Pekín y el eje Moscú-Nueva Delhi.
1979, el año de la desestabilización y su herencia en el Afganistán actual
Entre los muchos acontecimientos que interesaron las relaciones internacionales en 1979, dos son de importancia cardinal por el rol que desempeñaron en alterar la ecuación geopolítica en aquel entonces fundamentada por el equilibrio existente entre EE.UU y URSS.
Estamos hablando de la revolución islámica en Irán y de la invasión militar rusa de Afganistán.
Con la conquista del poder en Irán de parte del Ayatollah Khomeini se destruyó uno de los principales pilares de la arquitectura geopolítica occidental que tenía Estados Unidos como guía.
La monarquía Pahlavi podía ser fácilmente usada como prenda con relación a USA y URSS, y cuando ésta desapareció sea Wáshington, sea el Pentágono se vieron obligados a inventarle a los Estados Unidos un nuevo rol en el escenario global. El nuevo Irán, ya autónomo y fuera de control, introdujo una variante en el tablero geopolítico de la región, potencialmente capaz de inducir una profunda crisis en el interior del “estable” sistema bipolar.
Además, el nuevo Irán, instalado como una potencia territorial en contra de los EE.UU e Israel, poseía algunas características (especialmente su extensión, su centralidad geográfica y su homogeneidad político-religiosa) que podían competir por la hegemonía de por lo menos una parte de Medio Oriente, en abierto contraste con los equivalentes intereses de Ankara y Tel-Aviv -fieles aliados de Wáshington- Islamabad, Bagdad y Riyad.
Por estas razones, los estrategas de Wáshington, de acuerdo con su bisecular “geopolítica del caos”, persuadieron a Saddam Hussein para que iniciara una guerra contra de Irán. La desestabilización de toda la zona le concedió a Wáshington y a las naciones occidentales mucho tiempo para planificar una estrategia a largo plazo y deteriorar, mientras tanto, al oso soviético.
En una entrevista concedida al semanario francés le Nouvel Observateur, Zbigniew Brzezinski, el consejero para la seguridad nacional de Jimmy Carter, reveló que la CIA había obrado en secreto en Afganistán para debilitar el régimen de Kabul a partir de 1979, es decir, cinco meses antes de la invasión soviética. De seguro fue el 3 de julio de 1979 la fecha en que el presidente Carter firmó la primera disposición para ofrecer ayuda secreta a los opositores del régimen filosoviético de Kabul.
Ese mismo día, el consejero-estratega de la Casa Blanca (de origen polaco) escribió una nota al presidente Carter en la que le explicaba que estas ayudas habrían tenido que provocar la intervención militar soviética. Y eso fue precisamente lo que ocurrió en el sucesivo mes de diciembre. En la misma entrevista, Brzezinski recordaba que cuando los soviéticos invadieron Afganistán, él escribió otra nota al presidente Carter en la que opinaba que los EE.UU tenían la ocasión de darle a la URSS su Vietnam.
Según Brzezinski, la intervención no habría sido sostenibile para Moscú y con el tiempo habría llevado al colapso el imperio soviético. De hecho, la prolongada guerra para mantener el régimen comunista de Kabul contribuyó con ulterioridad al debilitamento de la Unión Soviética, ya enfrentada con una seria crisis interna que implicaba al mismo tiempo aspectos político-burocráticos y socioeconómicos.
Como ya sabemos, el retiro soviético del teatro afgano dejó tras de sí un país extenuado cuya situación política y económica, así como el equilibrio geoestratégico estaban extenuados en extremo. Efectivamente, a menos de diez años de la revolución de Teherán toda la región estaba completamente desestabilizada con exclusiva ventaja para el sistema occidental.
La incontrarrrestable decadencia de la Unión Soviética, acelerada por la aventura afgana y luego, en los años noventas, por la desmembración de la Federación Yugoslava (una especie de zona colchón entre el bloque occidental y el soviético) cambió los equilibrios de poder a favor del expansionismo americano en la región eurasiática.
Después del sistema bipolar, empezaba una nueva era geopolítica, la del “momento unipolar”, en el que los EE.UU eran “la hiperpotencia” (“hyperpuissance”, según la definición del minsitro francés Hubert Védrine).
En todo caso, el nuevo sistema unipolar habría tenido una vida breve y seguramente culminò a principios del siglo XXI, cuando Rusia reaparece como desafiadora estratégica en los asuntos globales y al mismo tiempo China e India, los dos gigantes asiáticos, asomaban como potencias económicas y estratégicas. A nivel global, tenemos también que considerar el creciente peso de algunas naciones de América Latina, como Brasil y Venezuela. Las relaciones importantes entre estos países con China, Rusia e Irán, parecen adquirir valor estratégico y prefiguran un nuevo sistema multipolar, cuyos principales pilares pueden considerarse constituídos por Eurasia y por América Latina indígena.
Afganistán —a causa de sus características geográficas, por su posición con respecto al Estado soviético (y cuyas naciones lindantes Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán, que en aquel entonces eran repúblicas soviéticas), y por su vasta gama de grupos étnicos que constituyen su población, diversificados o por cultura o por religión— para Wáshington ha representado una importante porción del así llamado “arco de crisis”, es decir, de aquella zona geográfica que comunicaba las fronteras meridionales de la URSS con el Mar Arábigo.
La trampa afgana para la URSS fue, por consiguiente, escogida por medio de evidentes razones geopolíticas y geoestratégicas. Desde el punto de vista geopolítico, Afganistán es la manifiesta representación de una zona de crisis, ya que desde tiempos inmemorables ha sido escenario de conflictos entre las grandes potencias. En la actualidad, la zona está gobernada por una entidad gubernamental, instalada por las fuerzas de EEUU, denominada República Islámica de Afganistán, pero tradicionalmente las tribus de Pashtun han dominado sobre los otros grupos étnicos (Tayikas, Hazaras, Uzbecos, Turcomanos y Baluchis).
Su historia se entrelaza con eventos de mayor magnitud que implicaron la interacción y el combate prolungado entre las tres grandes entidades geopolíticas limítrofes: el imperio de los Mogul, el Kanato uzbeco el imperio Persa. En los siglos XVIII y XIX —el país estaba representado por el Reino Afgano— la región se transformó en estratégica por la rivalidad y el conflicto que se estableció entre el Reino Unido y el imperio ruso para la conquista de la supremacía en Asia central, recibiendo el nombre de “Gran Juego”.
El imperio territorial ruso, en pugna para asegurarse el acceso hacia el Océano Índico, India y China, se enfrentó con los intereses del imperio marítimo británico que por su parte apuntaba expandirse por toda la masa eurasiática, usando la India como emplazamiento de salida hacia el Este —Birmania, China, Tibet y la cuenca del río Yangtze— y hacia el Oeste en el actual Pakistán, hacia Afganistán e Irán, hasta llegar al Cáucaso, el Mar Negro, Mesopotamia y el Golfo Pérsico.
Hacia finales del siglo XX, en el cuadro del sitema bipolar, Afganistán se transformó en el campo de batalla en el cual, una vez más, una potencia marítima, los EE.UU, se enfrentaba con una potencia terrestre, la URSS.
Los actores que se enfrentaron en el teatro de guerra fundamentalmente fueron las tropas soviéticas, las tribus afganas y los así llamados mujaidin (respaldados por lo EE.UU), Pakistán y Arabia Saudita.
Con la retirada de las tropas soviéticas del tablero afgano, el Movimento Talibán adquirió una importancia creciente en la región debido a por lo menos tres factores principales:
a) las ambiguas relaciones con algunos componentes de los servicios secretos pakistaníes;
b) las ambiguas relaciones con los EE.UU (una especie de “herencia”, procedente de anteriores contactos entre los EE.UU y algunos grupos de “mujaidin” durante la guerra afgano-soviética);
c) el wahabismo como plataforma ideológico-religiosa directamente instrumental a los intereses de Arabia Saudita en su proyección hacia ciertas zonas como Bosnia, Medio Oriente y Cáucaso (en otras palabras, Chechenia y Daguestán).
Los tres factores arriba mencionados, por una parte, permitieron al movimento Talibán introducirse y radicalizarse en el territorio afgano, alcanzando una importancia creciente a nivel militar (con la creación y la consolidación de los así llamdos “santuarios”) y económico (es decir, el control del tráfico de droga) y, por la otra, le impidieron convertirse en una organización autónoma.
De hecho, debido a las infiltraciones por parte de los EE.UU, Pakistán y Arabia Saudita, el Movimento Talibán se puede considerar como una organización local maniobrada por jugadores externos. Este tipo de consideraciones nos permite comprender mejor y explicar la elección obrada por Obama y por Karzai de querer abrir un diálogo con los talibanes y también la de incluir algunos miembros suyos en los gobiernos locales.
Además, el aparente comportamento contradictorio de los EE.UU (y de Karzai) en Afganistán, se podría explicar por medio de la teoría de la práxis según la cual, confiando al enemigo responsabilidades institucionales se apunta a su debilitamento, y le sigue la regla clásica de la práxis geopolítica americana: mantener en estado de crisis una región considerada estratégica.
Si examinamos las medidas que los EEUU han adoptado hasta ahora, cuyo fin es el de dominar y eliminar el tráfico de droga en el más amplio contexto de las decisiones geopolíticas de Wáshington, podemos observar que las fuerzas de los EE.UU y de la OTAN están en apariencia “malgastando” el tiempo: la producción y la distribución de droga en la parte Sur del país siguen adelante. Es sabido que una producción de droga en gran proporción es imposible en esta región, debido a los incesantes combates que hay en ella.
Así que las fuerzas americanas y dela OTAN están concentrando sus intereses estratégicos en el Norte del país. Aquí han construído calles y puentes que unen Afganistán con Tayikistán (la calle para Rusia a través de Uzbekistán), Kirguistán y Azerbaiyán (véase A. Barentsev, Afghan Heroine flow channelled to Russia, FONSK).
Este modus operandi revela las reales intenciones del Pentágono y de Wáshington: abrir una brecha hacia Rusia, partiendo desde Afganistán y de las repúblicas centro asiáticas. De hecho, la OTAN y otras fuerzas occidentales no están emprendiendo una auténtica lucha contra la producción del tráfico de droga.
En este contexto, la lucha declarada por los EEUU y la NATO a la producción y al tráfico de droga en Afganistán parece pertenecer más bien al reino de la retórica occidental que representar un hecho concreto.
Igualmente, la lucha contra el Movimiento Talibán parece estar claramente subordinada a (y, por consiguiente, dependiente de) la strategia general de los EE.UU en la masa continental eurasiática. En la actualidad, esta estrategia consiste en el emplazamiento de guarniciones militares estadounidenses y de sus aliados occidentales a lo largo de la franja que, partiendo desde Marruecos, atraviesa el Mar Mediterráneo y llega hasta las repúblicas de Asia Central.
Los pincipales objetivos de estas guarniciones son:
a) la separación de Europa del norte de África;
b) el control del Norte de África y del cercano Oriente (en particular la zona constituída por Turquía, Siria e Irán – utilizando la base de Camp Bondsteel, ubicada en Kossovo);
c) la contención de Rusia y, bajo algunos aspectos, también de China;
d) el intento de dividir la masa del continente eurasiático en dos partes;
e) la dilatación del “arco de crisis” en el área del Asia Central [Brzezinski define este área “Los Balcanes de Eurasia” (la definición del consejero oficial del presidente Carter suena más como un plan estratégico que una descripción objetiva de la zona].
La creación de una vorágine geopolítica en Asia Central, es decir una herida en la masa continental de Eurasia podría producir hostilidades y enemistades entre los principales jugadores en Asia, Rusia, India y China. El único beneficiario en este juego serían los EEUU.
El enorme arco de la crisis
Por añadidura, al intento de “cortar” Eurasia a través del recorrido mencionado (desde el Mar Mediterráneo hasta Asia Central), observamos que los EEUU pueden confiarse (desde el 2008) al AFRICOM y, como es obvio, a los relativos emplazamientos de seguridad cooperativa en África: una útil “unidad” militar que está también orientada hacia Medio Oriente y parte de Asia Central.
Para poder comprender mejor la importancia de la zona de Asia Central para la estrategia de los EE.UU en términos de dilatación de su hegemonía en el área eurasiática, es suficiente considerar las áreas de responsabilidad de los comandantes de EEUU. El diseño es representativo de lo que llamamos —parafraseando la expresión “la carga del hombre blanco” formulada por el vate del imperialismo británico, Rudyard Kipling en 1899— “la carga de los EEUU”.
Observaciones generales de conceptos “aceptados y condivididos”
Con vista de alcanzar una comprensión más amplia de las complejas dinámicas que actualmente están en proceso a escala global, es útil criticar un cierto número de conceptos generales que consideramos que son ampliamente aceptados y condivididos.
Como es sabido, en el cuadro de un análisis geopolítico, el correcto uso de términos y conceptos es importante cuando menos para su utilización ligada a la descripción de la realidad a través de mapas y diagramas. Por ejemplo, la así llamada “globalización” es tan solo una expresión eufemística del expansionismo económico americano y de sus aliados capitalistas occidentales (véase Jacques Sapir, Le nouveau XXI siècle, Paris, 2008, pp. 63-64).
También la referencia retórica en defensa de los supuestos “derechos humanos”, o valores democráticos de ese tipo, expuestos por algunos “think-tanks”, gobiernos o simples activistas civiles, pone en evidencia la polarización colonialista de los EE.UU en el campo de los mass media y de la cultura, que no toman en consideración alguna otros estilos de vida, como aquellos expresados por las civilizaciones no occidentales, es decir, por más de tres cuartos de la población mundial.
Entre estos conceptos, tenemos que tomar en consideración el más importante desde un punto de vista geopolítico (y de relaciones internacionales), que es el de la así llamada Comunidad Internacional. La expresión “Comunidad Interncional” no significa nada en términos geopolíticos. De hecho, la Comunidad Internacional no es una entidad real; su concepto relativo expresa, simultánemente, la aspiración de algún activista utópico y una falsificación histórica.
En el mundo real, así como lo conocemos, compuesto de Estados, naciones, personas, organizaciones internacionales [generalmente fundadas por “alianzas” (hegemónicas)] y, obviamente, por las relaciones entre estas entidades —hablar en términos genéricos de Comunidad Internacional, efectivamente se basa en una falsa descripción de los reales poderes que actualmente actuan a escala global y local.
Tomando en consideración el objetivo del Forum Internacional sobre la producción de droga en Afganistán (Moscú, 9-10 de junio de 2010), encaminado a encontrar “soluciones internacionales” (SI.), como analistas, tenemos que suscribir con honestidad que en vez de SI sería más pragmático hablar de los reales jugadores implicados (que podrían estar involucrados) en la zona afgana.
Los verdaderos jugadores en el teatro afgano
Por razones de carácter analítico se hace útil asociar los jugadores implicados en el teatro afgano en las siguientes tres categorías: jugadores externos; jugadores locales; jugadores que potencialmente podrían estar implicados en el contexto afgano. Sucesivamente, podemos fácilmente definir algunas condiciones con el fin de delinear los carácteres de aquellos socios que se pondrían en la posición de estabilizar –efectivamente- toda el área geopolítica.
Jugadores externos: Las fuerzas USA-OTAN-ISAF (excepto Turquía) hay que considerarlas jugadores externos porque totalmente ajenos a la específica área geopolítica, aun concebida en un sentido más amplio.
Jugadores locales: entre los jugadores locales podemos enumerar los países limítrofes (Irán, Turkmenistán, Tayikistán, China, Pakistán), las tribus, las fuerzas rebeldes, los talebanes y la entidad gubernamental “gobernada” por Karzai.
Por lo que respecta a los jugadores pertenecientes a la tercera categoría como los de las anteriormente mencionadas, podemos incluir la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (CSTO), la Shangai Cooporation Organization (SCO), es decir, las mayores organizaciones de Eurasia con amplia experiencia en la administración de las cuestiones concernientes el control de las fronteras y el tráfico de droga en el área centro asiática y la Comunidad Económica Eurasiática (EURASEC). Además, debemos también mencionar a la ONU, en particular, a la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (UNODOC).
Los potenciales socios capaces de someter el problema de la droga en Afganistán tienen que presentar por lo menos las siguientes características: a) conocimiento de las dinámicas locales con relación a los aspectos etnicos, culturales, religiosos y económicos; b) el reconocimiento por parte de la población local como parte del mismo contexto cultural (obviamente, en su sentido amplio); c) la voluntad de coordinar las acciones colectivamente sin algún prejuicio o reserva mental en el interior de un programa Eurasiático.
Los socios que presentarán las características más arriba descritas de forma sintética son aquellos que se incluirán en la segunda y en la tercera categoría. Como hecho evidente, las fuerzas USA-OTAN-ISAF son percibidas por la población local por lo que realmente son: fuerzas de ocupación. Además, considerando el papel de la OTAN como el de una alianza hegemónica dirigida por Wáshington y actuando en el interior del cuadro estratégico global definido por los EE.UU, su presencia en Afganistán debería ser considerada como un serio obstáculo para la estabilización de toda la zona.
Los talibanes y también la entidad gubernamental no parecen ser, por causa de las relaciones ambiguas que se cree que tienen con las fuerzas ocupadoras americanas, socios prometedores para un esfuerzo colaborador con el fin de vencer el problema de la droga en Afganistán.
Los reales jugadores con capacidades de estabilizar el área son —sin duda alguna— las naciones limítrofes con Afganistán y las organizaciones eurasiáticas. Entre los países limítrofes, un papel especial podría jugarlo Irán. Teherán es el único país que ha demostrado ser capaz de consolidar la seguridad de la frontera afgano-iraní, especialmente con el tráfico de droga. También Moscú y Pequín asumen una función importante para la estabilización del área y en la lucha en contra del tráfico de droga, porque Rusia y China, vale la pena reiterarlo, son las principales potencias de las susodichas organizaciones eurasiáticas.
Un eje estratégico entre los dos “pulmones” de Eurasia, equilibrados por las repúblicas de Asia Central y por India, podrían representar la solución duradera para la estabilización del área y, por consiguiente, sobre la cuestión de la droga. Sólo en el cuadro de un plan eurasiático condividido que apunta a estabilizar el área –concebido e implementado por los jugadores eurasiáticos- sería posible mantener un diálogo con las tribus locales y con aquellos movimientos rebeldes que no están suficientemente controlados por los jugadores externos.
Conclusiones
La estabilización del área afgana es un requisito esencial para cualquier plan que apunte a enfrentar el problema de la producción y el tráfico de droga.
Sea como fuere, con motivo del papel fundamental que juega Afganistán en Medio Oriente y en las regiones de Asia Central, la estrategia para estabilizar el área debe ser concebida en el contexto de la integración de la masa continental eurasiática. Los candidatos particularmente interesados en bloquear la producción y el tráfico de droga son los países fronterizos con Afganistán.
Las fuerzas americanas y de la OTAN, debido a su evidente práxis geopolítica tendente a la hegemonización del continente eurasiático, no son aspirantes creíbles.
* Texto de la relación presentada por el director de la revista de estudios geopolíticos Eurasia, publicada en Italia, en el foro internacional La producción de droga en Afganistán: un desafío para la comunidad internacional que tuvo lugar en Moscú, en junio de este año , al que asistió invitado por los organizadores.
Traducción del italiano de V. Paglione.
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